Quería compartir lo
trabajado por Brigitte Aranzet (alumna domiciliaria de nivel secundario) con el
texto de Julio Cortázar: “La inmiscusión terrupta”
Este cuento se
publicó en 1969, se encuentra incluido en el libro “Último Round”
y está escrito en gíglico, un lenguaje
inventado por Cortázar.
La propuesta
consistía en leer este cuento, y poder reflexionar acerca del lenguaje (qué
queremos decir cuando contamos, cómo lo hacemos, de qué manera lo
interpretamos, cuales son las distintas señales que nos permiten entender o
descifrar lo que decimos, cuántas formas hay de decir y de entender lo que
decimos, qué nos sugieren las palabras y cómo podemos jugar y crear con ellas).
Texto del relato:
“Como
no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí
nomás le flamenca la cara de un rotundo mofo. Pero la Tota no es inane y de
vuelta le arremulga tal acario en pleno tripolio que se lo ladea hasta el copo.
-¡Asquerosa! –brama la señora Fifa, tratando de sonsonarse el ayelmado tripolio que ademenos es de satén rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea y consigue marivolarle un suño a la Tota que se desporrona en diagonía y por un momento horadra el raire con sus abroncojantes bocinomias. Por segunda vez se le arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido el encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa contrae una plica de miercolamas a media resma y cuatro peticuras de ésas que no te dan tiempo al vocifugio, y en eso están arremulgándose de ida y de vuelta cuando se ve precivenir al doctor Feta que se inmoluye inclótumo entre las gladiofantas.
-¡Payahás, payahás! –crona el elegantiorum, sujetirando de las desmecrenzas empebufantes. No ha terminado de halar cuando ya le están manocrujiendo el fano, las colotas, el rijo enjuto y las nalcunias, mofo que arriba y suño al medio y dos miercolanas que para qué.
-¿Te das cuenta? –sinterruge la señora Fifa.
-¡El muy cornaputo! –vociflama la Tota.
-¡Asquerosa! –brama la señora Fifa, tratando de sonsonarse el ayelmado tripolio que ademenos es de satén rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea y consigue marivolarle un suño a la Tota que se desporrona en diagonía y por un momento horadra el raire con sus abroncojantes bocinomias. Por segunda vez se le arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido el encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa contrae una plica de miercolamas a media resma y cuatro peticuras de ésas que no te dan tiempo al vocifugio, y en eso están arremulgándose de ida y de vuelta cuando se ve precivenir al doctor Feta que se inmoluye inclótumo entre las gladiofantas.
-¡Payahás, payahás! –crona el elegantiorum, sujetirando de las desmecrenzas empebufantes. No ha terminado de halar cuando ya le están manocrujiendo el fano, las colotas, el rijo enjuto y las nalcunias, mofo que arriba y suño al medio y dos miercolanas que para qué.
-¿Te das cuenta? –sinterruge la señora Fifa.
-¡El muy cornaputo! –vociflama la Tota.
Y ahí nomás se recompalmean y
fraternulian como si no se hubieran estado polichantando más de cuatro cafotos
en plena tetamancia; son así las tofifas y las fitotas, mejor es no
terruptarlas porque te desmunen el persiglotio y se quedan tan plopas”.
Se
propone la traducción del cuento de Cortazar, y así lo pensó Brigitte (que
además se divirtió jugando con las palabras):
“La
intromisión inoportuna”
“Como no le gusta
nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí nomás le
vuela la cara de un rotundo sopapo. Pero la tota no es inútil y de vuelta le
devuelve tal sopapo en plena cara que le ladea hasta los cabellos.
¡Paren, paren! – aclama el
elegante hombre, tratando de separar a las mujeres.
No ha terminado de separarlas cuando ya
le están tronando los dedos de sus manos, la mazorca y las ramas, sopapo de arriba
y puño al medio y dos patadas que para qué.
- ¿Te das cuenta? – interrumpe
la señora Fifa.
- ¡el muy cornudo! – grita la
Tota.
- Y ahí nomás se dan una palmada
y se ponen de acuerdo como si no se hubieran estado linchando más de cuatro
minutos en plena mañana; son así las tofitas y las fitotas, mejor no
entrometerse con ellas porque te desarman el pellejo y se quedan tranquilas.
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